lunes, 27 de febrero de 2012

ONU, ¿aliada o enemiga?

La ONU se creó en 1945, tras la II Guerra Mundial, con el objetivo de salvaguardar la paz que tanto costó conseguir y proteger los derechos y libertades del ser humano. La idea era restablecer un sistema de seguridad colectiva más eficaz que el de la fracasada Sociedad de Naciones.

Pero, ¿realmente se ha conseguido el objetivo que la ONU postulaba en su Carta Fundacional?

Dichos principios eran cuatro:
• Mantenimiento de la paz y la seguridad internacional
• Fomentar entre las naciones relaciones de amistad
• Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural y humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales
• Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes

Las actuaciones de la organización desde su puesta en marcha deja patente que queda bastante lejos de cumplir estos cuatro principios.

Es cierto que se trata de principios difícilmente realizables ya que, desafortunadamente o no, las relaciones internacionales y el desarrollo de los acontecimientos globales no depende sólo de una organización. Sin embargo, sí es cierto que la ONU podría haber hecho mucho más si no sufriera de las deficiencias de las que sufre desde su creación.

Entre estas deficiencias, la supremacía de los intereses nacionales sobre la defensa de cualquier tipo de derecho o problema es una de las más flagrantes. En el papel se deberían proteger, pero en la práctica, los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la paz internacional quedan en un segundo plano.

Por poner un ejemplo, EEUU acusa a países como Cuba de no respetar los derechos humanos y hace oídos sordos cuando alguien habla de Guantánamo. Por su parte, los países en vías de desarrollo (englobados en lo denominado ‘Global South’) acusan a los países desarrollados (‘North’) de centrarse en el individuo y no en la comunidad y alegan que es necesario negar ciertos derechos humanos con el fin de lograr el nivel de desarrollo económico deseado.

Una organización tan amplia como la ONU puede hacer cosas muy buenas, pero ello supone también que su estructura y sus miembros deben estar cohesionados alrededor de unos principios fundamentales con los que todos comulguen, más allá de intereses nacionales. Porque intereses nacionales y cooperación internacional son conceptos que chocan y que siempre van a provocar una lucha con un único afectado: la comunidad internacional y el bienestar del ser humano en ella.

Es difícil saber hasta qué punto los estados miembros de las Naciones Unidas son miembros por apoyar y respaldar la defensa de los derechos humanos y el desarrollo o por ganar un puesto privilegiado que les haga gozar de un “trato de preferencia”.

Las Naciones Unidas están muy desaprovechadas. La idea de una organización internacional compuesta por estados que se unan alrededor de la defensa de los países en vías de desarrollo y aboguen por un mundo que respete los derechos humanos más allá de las fronteras de los países occidentales es casi utópica.

Es indiscutible que existen problemas globales como el deterioro del medio ambiente o las pandemias, pero incluso este tipo de problemas no se estudian desde una única perspectiva global, sino desde muchas perspectivas nacionales diferentes. Esto es, a la hora de valorar las posibles actuaciones ante una amenaza global, los estados pensarán no en cómo puede afectar a todos, sino cómo puede afectar a su propio bienestar. Si su propio bienestar se ve amenazado, actuará. Si no, no lo hará.

Es cierto que también hay buenas intenciones y generosidad por parte de algunos miembros de la ONU, pero siempre se trata de personas, de individuos. Y sus denuncias suelen verse eclipsadas por los intereses de los estados, que deciden por encima de ellos.

No podemos pretender que la ONU sea una organización por encima del bien y del mal, una especie de juez que decida lo que está bien y lo que está mal y siempre tenga un criterio correcto. Desde el momento en que tiene en su base a países, y esos países tienen en su base a personas con ambiciones e intereses, dicha organización no puede escapar de la contaminación del ser humano que la forma.

La ONU está carcomida desde dentro. Incluso desde la contratación del personal. ¿Cómo se puede pretender que funcione sin hipocresías ni intereses nacionales cuando desde el mismo momento de escoger a sus trabajadores se siguen criterios hipócritas?

Si no se construyen correctamente los cimientos de una organización (en este caso, si no se cuida la selección del personal que la va a constituir), difícilmente se puede pretender que su techo se mantenga.

Parece algo obvio, y realmente lo es, pero criterios que en principio no deberían tenerse en cuenta a la hora de contratar personal rigen el funcionamiento de muchas instituciones, no sólo de la ONU. En cualquier empresa de cualquier lugar del mundo la contratación de personal está “contaminada” por las influencias. Y la ONU es una organización como cualquier otra, pero de una magnitud mucho mayor. Por ello no sólo sus virtudes tienen mucha más trascendencia, sino que también sus defectos influyen a gran escala.

Los trabajadores de la ONU deben comulgar con los principios de la misma en todas y cada una de las actividades que lleven a cabo como garantes del bienestar internacional. Por ello, acciones como la vigilancia de los oficiales y las misiones de intervención son esenciales. Los escándalos de abuso sexual por parte del personal en los países en vías de desarrollo en los que actúan minan la reputación y credibilidad de las Naciones Unidas, algo vital para su buen funcionamiento. No se puede permitir incoherencias de este tipo.

Para crear una organización sin prejuicios, ésta debería olvidar momentos pasados, viejas rencillas, divisiones inútiles, y empezar desde cero. Algo prácticamente imposible. Mientras el recuerdo, por ejemplo, de la colonización o de actuaciones como la invasión de Iraq por parte de USA sin el consentimiento del Consejo de Seguridad sigan latentes, la capacidad de la organización para ganar credibilidad y autoridad seguirá mermando.

Por no hablar del poder de veto. Las incoherencias son vergonzosas en ese respecto. Los principios supuestamente defendidos por la ONU se ven violados constantemente en el Consejo de Seguridad. La democracia no tiene representación. El poder de veto da derecho a países como Rusia o China a impedir acciones en defensa de los derechos humanos y el bienestar social que podrían afectar a sus intereses. Mientras el poder de veto siga vigente en el órgano con mayor poder decisorio, estos 5 países harán lo que quieran con el resto.

Criticar es muy fácil, lo difícil es implementar los cambios. Pero eso es labor de otros.

sábado, 26 de noviembre de 2011

La misma piedra

Cuando cometemos errores, cuando nos damos cuenta de que hemos hecho una mala elección, siempre podemos rectificar. Y, si es demasiado tarde, al menos nos queda la certeza de que lo que no te mata, te hace más fuerte. Mirar al pasado siempre supone aprender de los errores. O así debería ser.

Mientras veo un reportaje sobre la masacre de Srebrenica en 1995, las imágenes se me antojan irrepetibles, y el sentimiento agridulce. Una mezcla de rabia, impotencia, indignación… pero a la vez alivio y seguridad. La seguridad de que las matanzas basadas en motivos étnicos no se volverán a repetir. Porque la humanidad ha aprendido a fuerza de sufrimientos. O así debería ser.

Acto seguido me da por consultar la web de una agencia de noticias internacional. La foto de Breivik, el neo-nazi noruego que acabó con la vida de 77 personas en Oslo el pasado julio, ocupa buena parte de la página principal. Y se me caen los esquemas. Aquello fue una masacre. Una masacre movida por el odio étnico. Hace pocos meses. En el siglo XXI.

Puede que la manera de denominar dichos actos cambie según quién los realice (misión, invasión, operación…), pero, en esencia, todos surgen de las mismas debilidades humanas. Puede que el término “masacre” se haya quedado obsoleto, o que simplemente no sea políticamente correcto. Aun así, miles de pequeñas masacres siguen teniendo lugar allá donde las diferencias se impongan a las similitudes. Aparezcan o no en portada.

¿No están todos los conflictos actuales basados, de una u otra manera, en motivos étnicos? ¿No son las diferencias culturales o religiosas las que nos enfrentan? ¿No es la intransigencia el origen de todo enfrentamiento?

Pues no, parece que no hemos aprendido.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Triste pero cierto

Cuando vives fuera de casa, todo son preguntas.

Tienes la sensación de que están pasando infinidad de cosas importantes y no estás ahí para verlas. Te preguntas cómo estará ese amigo que buscaba trabajo. Si las obras de tu calle habrán terminado. Si tu madre habrá cambiado la disposición de los muebles. Entonces vuelves a casa por vacaciones y te das cuenta, aliviado, de que todo sigue siendo como era cuando te fuiste.

Pero esta vez es diferente. Estoy lejos de casa en un momento de cambio en España. O de supuesto cambio. Ayer, los españoles decidieron dar el poder a Mariano Rajoy. Tras la caída en picado del PSOE y Zapatero, los votantes le han castigado con el peor resultado de la historia del partido y ahora confían en que el nuevo presidente logre un cambio radical en la situación económica y social.

Sin embargo, no tengo esa sensación. No tengo la sensación de que me esté perdiendo ningún acontecimiento crucial. De hecho, ni siquiera voté por correo desde Reino Unido. Debería haberlo hecho, porque creo que de esa forma expresas tu apoyo a una democracia participativa. Por otro lado, no quiero participar en un tipo de democracia basada en una ley electoral que favorece a los grandes partidos y, por tanto, al bipartidismo que llevamos arrastrando durante décadas.

No creo que nada haya cambiado en esencia desde anoche. Sí, un nuevo gobierno se avecina. Pero algo me dice que no sólo depende de eso que España supere las adversidades. Ahora debería desear estar en España y respirar el aroma de esperanza que el nuevo gobierno trae consigo.

Pero ni tengo esperanza ni creo que el nuevo gobierno traiga ninguna solución inmediata. Simplemente ahora será otro gabinete el que intentará no enfadar a los mercados y salvarnos del hundimiento por la mínima. Y después será otro. Y después otro. Por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario, llevamos sin cambios desde 1975.

Apatía y desilusión. Eso es todo lo que las elecciones generales han significado para mí.

viernes, 18 de noviembre de 2011

¿Esperando una salvación?

Estamos a dos días de las elecciones generales. Días en los que los votantes españoles deberían reflexionar… aunque me temo que nadie va a reflexionar sobre nada. El resultado está cantado, no hay cabida para las sorpresas de última hora.

El gobierno de Zapatero se ha convertido en una especie de bestia negra a la que nadie quiere ni mencionar. Cada frustración, cada reprimenda que los españoles afectados por la crisis lanzan tiene un claro objetivo: Zapatero. La crisis económica le ha derrotado. Es visto como uno de los peores presidentes que ha tenido España desde que se instauró la democracia, y es difícil encontrar a alguien que le apoye incluso en las filas del PSOE.

La caída de los sueldos, el aumento de la tasa de desempleo… todo parece ser consecuencia de las políticas ineficientes del todavía presidente. Puede que no haya tomado las mejores medidas para luchar contra el panorama, pero también ha tenido que enfrentarse a un periodo de incertidumbre y obstáculos extremos.

De todas formas, su popularidad ha caído en picado y ni los españoles ni las instituciones confían en él. Por tanto, un cambio drástico debería ser la mejor solución… ¿no? Si los votantes ya no confían en Zapatero… deberían votar a Rajoy… ¿no?

Esto es, de hecho, lo que va a suceder. El bipartidismo existente en España nos está haciendo menos capaces de considerar otras opciones en lugar de escoger la más fácil. ¿Qué pasa si no nos gusta el gobierno actual? Votamos al partido contrario. Eso es todo. Como si no tuviéramos más opciones. Sólo asumimos que esa es la manera de hacer que los problemas desaparezcan. No podemos hacerles frente de otra forma.

Esa es la democracia española.

Según este pensamiento, Rajoy (el más que probable próximo presidente) acabará con la crisis económica en España. Acabará con los despidos. Acabará con la deuda. Acabará con todos nuestros problemas. De la noche a la mañana.

Porque así es como se supone que funciona la democracia…¿no?

martes, 8 de noviembre de 2011

Soy periodista y quiero que me tengas miedo

Aviso para navegantes: este post es sólo una vía de escape. Lo único que voy a hacer durante las próximas líneas va a ser quejarme. No porque crea o deje de creer que sirve de algo, sino simplemente porque me apetece. Al menos todavía tenemos la libertad de hacerlo.

Llevo un tiempo (realmente, desde que empecé la carrera de periodismo) dándome cuenta de que algunos, bastantes, profesores, a la hora de hablar sobre los temas que un periodista debería tratar, nos hacen preguntas como ¿qué quiere leer la gente? ¿qué tipo de historias están buscando? Y esto no hace sino ratificar mi sentimiento de que el periodismo está más preocupado en contentar a la audiencia que en abrir ojos y despertar conciencias.

El periódico afín al partido de izquierdas/derechas ofrecerá un contenido inclinado a la ideología de izquierdas/derechas y se dirigirá a un público de izquierdas/derechas. El público de izquierdas/derechas estará encantado con el periódico de izquierdas/derechas y seguirá comprándolo. Y así. Total, si va bien, ¿para qué cambiar de táctica? Si es lo que da dinero… Es más, en Historia del Periodismo se estudia la aparición del tipo de prensa que tenemos ahora como la aparición de la “prensa comercial”. Y nos quedamos tan panchos.

Esta es una triste verdad que hace tiempo tengo asumida, pero me preocupa que los docentes encargados de formar a la próxima generación de periodistas lo tengan tan asumido que incluso lo transmitan como una máxima a seguir. “Eso no funcionaría”, “no es lo que nuestro público leería”, “tened en cuenta la ideología e intereses del público al que os dirigís”… son frases que he oído (preocupantemente) en numerosas ocasiones.

Está muy bien querer darle a la gente lo que busca, pero… creo sinceramente que esa es la enfermedad que sufre el periodismo español. Nos encanta soltar un “qué razón tiene” después de escuchar las declaraciones del político de turno líder de nuestro partido favorito. Porque, la verdad, pensar que puede ser que no nos estén contando las cosas como son… en fin, es algo incómodo. Demasiadas preocupaciones tenemos en nuestro día a día como para preocuparnos ahora de que nos den gato por liebre en uno u otro medio. Qué a gusto se está sabiendo de antemano lo que uno va a leer. Qué tranquilidad trae la ausencia de sorpresas. Qué comprendidos nos sentimos al escuchar a menganito expresar en la tele un reflejo de lo que pensamos. “Claro, ¿ves? Si es lo que yo digo…”

Eso es lo que el público quiere. Pero, hasta donde sé, los periodistas no somos artistas de cine ni estrellas de bandas de rock. No nos guía el fidelizar al público o vender entradas. De hecho, eso es lo más fácil para un periodista. Pero ¿qué pasa con lo que el público DEBE saber?

Serán informaciones incómodas, poco populares, controvertidas, arriesgadas… pero son las que nos sacarán de ese estado de conformismo que todos parecemos estar pasando por alto. Y a lo mejor así conseguimos algo. No se pueden cambiar el estado de las cosas sin conocer todas sus aristas.

La finalidad del buen periodista no debería ser contentar a todos. Sino hacer que nos revolviéramos en nuestras sillas.

domingo, 23 de octubre de 2011

Reforma de la sanidad británica - Entrevista

La crisis económica está llevando al Gobierno Británico a llevar a cabo reformas en diversos campos. Estas reformas conllevan recortes que afectan al día a día de cientos de ciudadanos, que ven cómo no sólo sus bolsillos, sino también los servicios sociales disminuyen.
La reforma de la sanidad pública, o NHS (National Health Service), es sólo un ejemplo. La propuesta de ley presentada por el Gobierno es vista como una forma de privatizar el sistema, lo que iría en detrimento de la calidad en el cuidado del paciente.
UK Uncut es una organización en contra de dichos recortes que cree posible superar la situación actual sin dañar a la sociedad. Liam Jackson, uno de sus miembros, habló con “De la vida y tantas otras cosas” en Russell Square (Londres).

De la vida y tantas otras cosas: ¿Qué es UK Uncut?
Liam Jackson: UK Uncut es un movimiento de gente que protesta contra los recortes y propone alternativas a los mismos. Llevamos haciendo esto desde el octubre pasado. Hemos estado luchando contra los recortes, compartiendo que hay alternativas y que esos recortes son una elección política por parte de este gobierno.

¿Quiénes son los miembros de la organización?
No tenemos miembros como tales. Es un trabajo de activistas organizados horizontalmente a lo largo de todo el país. Hay gente en casi todas las ciudades del Reino Unido llevando a cabo acciones contra los recortes en el lugar donde viven. Más que miembros, diría que cualquiera que ha estado en una acción de UK Uncut, cualquiera que ha apoyado una acción de cualquier forma, es un miembro de UK Uncut.

Hablando sobre las reformas de la NHS… ¿cuál crees que es el propósito del Gobierno?
Se ha demostrado que esta propuesta de ley va a ser mala para los pacientes, va a ser mala para los médicos… todos los cuerpos de profesionales médicos en esta país, incluido el BMA (British Medical Association), El Royal College of GP's (médicos de cabecera) o el Royal College of Nurses (enfermeras). Se han proclamado en contra de esta reforma. La propuesta de ley sólo es buena para los proveedores médicos privados, la mayoría con base en EEUU, que van a hacer miles de millones con la privatización del sistema de salud.
Esta reforma pone de manifiesto que todos los cambios que el gobierno está haciendo están motivados por la política. Este gobierno está en deuda con grandes corporaciones, y a través de sus políticas quiere beneficiarlas a costa de nosotros.

Entonces, ¿no crees que ahorraría dinero?
No ahorrará dinero. George Osborne (Ministro de Hacienda) ha admitido que no ahorrará dinero. Costará más, de hecho, porque terminará dando lugar a un servicio mucho peor para los pacientes.
Esta es una propuesta de ley que ha sido creada según los deseos de las empresas sanitarias privadas, que han estado haciendo lobby al gobierno y, desafortunadamente, al gobierno le importa más sus intereses que los de la gente de este país.

¿De qué manera sería mala esta reforma para el cuidado de los pacientes? Porque el gobierno dice lo contrario…
Esta ley iría en detrimento del cuidado de los pacientes porque sería el final de la sanidad pública tal y como la conocemos. Es el final de los proveedores de cuidado médico que tienen el deber de proporcionar un sistema de salud integral y gratuito. Ese deber ha existido desde hace 50 años y ha dado lugar a uno de los sistemas de salud más equitativos del mundo, y esto va a acabar. Así que, de esa manera, el cuidado del paciente va a ser controlado por estos cuerpos privados que están más interesados en sus beneficios que en la calidad del cuidado que dan a sus pacientes.

¿Cuáles son las alternativas que propone UK Uncut?
Hemos destacado varias alternativas a los recortes que podrían ser llevadas a cabo en lugar de estas medidas de austeridad tan dañinas.
Por ejemplo, una campaña más efectiva contra la evasión de impuestos por parte de las grandes empresas es una de las formas con las cuales se podrían evitar los recortes.
Una mejor regulación del sistema financiero es otra alternativa para que dejen de jugar con nuestro dinero de forma que el contribuyente se ve obligado a fortalecer y subvencionar a estas grandes compañías.
Estas son todas alternativas que podrían llevarse a cabo, y la gran mentira del gobierno es decir que no hay alternativas, pero sabemos que es una mentira y por eso la gente a lo largo de todo el país está tan enfadada.
En el caso de la NHS, está claro que las reformas están motivadas por asuntos políticos, porque la reforma no va a ahorrar dinero, no va a acabar con la deuda ni con el déficit.

martes, 11 de octubre de 2011

La contaminación también existe

Los problemas vienen de la mano. El mundo evoluciona cada vez más rápido, pero toda evolución conlleva efectos secundarios. Tenemos que lidiar con una crisis económica que será recordada y aparecerá en los libros de texto, si finalmente la superamos.

Desempleo, falta de un sistema educativo de calidad, el malestar reinante en las calles... estos son sólo tres ejemplos de lo que el ciudadano medio tiene en su cabeza cuando se levanta por las mañanas. Hoy en día, la felicidad es un lujo. Parece que simplemente no podemos permitírnosla.

Además, otro tipo de crisis está emergiendo como consecuencia de la primera. Una crisis de valores. Nos centramos cada vez más en los bienes materiales, dejando de lado otras preocupaciones. La salud, por ejemplo. Porque la salud, en casos normales, no nos suele preocupar demasiado. Pero también puede verse afectada por la crisis.

El gobierno madrileño debería estar al tanto. Los niveles de polución alcanzados por la capital exceden los límites de 40 miligramos de NO2 permitidos por la Unión Europea. A estas alturas del año, Madrid supera los 43 mg, llegando a alcanzar los 250 en algunas áreas de la ciudad.

Los políticos hacen oídos sordos y mantienen que la calidad del aire en la región es excelente. La concejal Ana Botella cree que “el paro es más asfixiante”. El problema es que los dos lo son y ninguno se soluciona.

Sin embargo, este no es un asunto de vida o muerte para los ciudadanos. Aunque, de hecho, lo sea. Están más preocupados por su suelo, y nadie les culpa. Pero la verdad es que una contaminación atmosférica tan alta puede provocar enfermedades respiratorias y agravar los síntomas de asmáticos y alérgicos.

El Ayuntamiento y el Gobierno Regional incumplen la legislación europea desde finales de 2010. Esto podría conllevar sanciones económicas. Aun así, no se ha tomado ninguna medida para promocionar el cuidado del aire que respiramos todos. Según su juicio, establecer un impuesto para los vehículos que entren al centro de la ciudad sería muy impopular y perjudicaría la actividad económica. De nuevo el dinero por encima de la salud.

Porque, ¿a quién le importa el aire contaminado? ¿A quién le importa correr el riesgo de respirarlo? ¿A quién le importa algo tan abstracto como el bienestar? ¿A quién le importa vivir una vida saludable?

Antes que nada, uno tiene que encontrar el dinero para poder vivirla.