martes, 8 de noviembre de 2011

Soy periodista y quiero que me tengas miedo

Aviso para navegantes: este post es sólo una vía de escape. Lo único que voy a hacer durante las próximas líneas va a ser quejarme. No porque crea o deje de creer que sirve de algo, sino simplemente porque me apetece. Al menos todavía tenemos la libertad de hacerlo.

Llevo un tiempo (realmente, desde que empecé la carrera de periodismo) dándome cuenta de que algunos, bastantes, profesores, a la hora de hablar sobre los temas que un periodista debería tratar, nos hacen preguntas como ¿qué quiere leer la gente? ¿qué tipo de historias están buscando? Y esto no hace sino ratificar mi sentimiento de que el periodismo está más preocupado en contentar a la audiencia que en abrir ojos y despertar conciencias.

El periódico afín al partido de izquierdas/derechas ofrecerá un contenido inclinado a la ideología de izquierdas/derechas y se dirigirá a un público de izquierdas/derechas. El público de izquierdas/derechas estará encantado con el periódico de izquierdas/derechas y seguirá comprándolo. Y así. Total, si va bien, ¿para qué cambiar de táctica? Si es lo que da dinero… Es más, en Historia del Periodismo se estudia la aparición del tipo de prensa que tenemos ahora como la aparición de la “prensa comercial”. Y nos quedamos tan panchos.

Esta es una triste verdad que hace tiempo tengo asumida, pero me preocupa que los docentes encargados de formar a la próxima generación de periodistas lo tengan tan asumido que incluso lo transmitan como una máxima a seguir. “Eso no funcionaría”, “no es lo que nuestro público leería”, “tened en cuenta la ideología e intereses del público al que os dirigís”… son frases que he oído (preocupantemente) en numerosas ocasiones.

Está muy bien querer darle a la gente lo que busca, pero… creo sinceramente que esa es la enfermedad que sufre el periodismo español. Nos encanta soltar un “qué razón tiene” después de escuchar las declaraciones del político de turno líder de nuestro partido favorito. Porque, la verdad, pensar que puede ser que no nos estén contando las cosas como son… en fin, es algo incómodo. Demasiadas preocupaciones tenemos en nuestro día a día como para preocuparnos ahora de que nos den gato por liebre en uno u otro medio. Qué a gusto se está sabiendo de antemano lo que uno va a leer. Qué tranquilidad trae la ausencia de sorpresas. Qué comprendidos nos sentimos al escuchar a menganito expresar en la tele un reflejo de lo que pensamos. “Claro, ¿ves? Si es lo que yo digo…”

Eso es lo que el público quiere. Pero, hasta donde sé, los periodistas no somos artistas de cine ni estrellas de bandas de rock. No nos guía el fidelizar al público o vender entradas. De hecho, eso es lo más fácil para un periodista. Pero ¿qué pasa con lo que el público DEBE saber?

Serán informaciones incómodas, poco populares, controvertidas, arriesgadas… pero son las que nos sacarán de ese estado de conformismo que todos parecemos estar pasando por alto. Y a lo mejor así conseguimos algo. No se pueden cambiar el estado de las cosas sin conocer todas sus aristas.

La finalidad del buen periodista no debería ser contentar a todos. Sino hacer que nos revolviéramos en nuestras sillas.

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