sábado, 26 de noviembre de 2011

La misma piedra

Cuando cometemos errores, cuando nos damos cuenta de que hemos hecho una mala elección, siempre podemos rectificar. Y, si es demasiado tarde, al menos nos queda la certeza de que lo que no te mata, te hace más fuerte. Mirar al pasado siempre supone aprender de los errores. O así debería ser.

Mientras veo un reportaje sobre la masacre de Srebrenica en 1995, las imágenes se me antojan irrepetibles, y el sentimiento agridulce. Una mezcla de rabia, impotencia, indignación… pero a la vez alivio y seguridad. La seguridad de que las matanzas basadas en motivos étnicos no se volverán a repetir. Porque la humanidad ha aprendido a fuerza de sufrimientos. O así debería ser.

Acto seguido me da por consultar la web de una agencia de noticias internacional. La foto de Breivik, el neo-nazi noruego que acabó con la vida de 77 personas en Oslo el pasado julio, ocupa buena parte de la página principal. Y se me caen los esquemas. Aquello fue una masacre. Una masacre movida por el odio étnico. Hace pocos meses. En el siglo XXI.

Puede que la manera de denominar dichos actos cambie según quién los realice (misión, invasión, operación…), pero, en esencia, todos surgen de las mismas debilidades humanas. Puede que el término “masacre” se haya quedado obsoleto, o que simplemente no sea políticamente correcto. Aun así, miles de pequeñas masacres siguen teniendo lugar allá donde las diferencias se impongan a las similitudes. Aparezcan o no en portada.

¿No están todos los conflictos actuales basados, de una u otra manera, en motivos étnicos? ¿No son las diferencias culturales o religiosas las que nos enfrentan? ¿No es la intransigencia el origen de todo enfrentamiento?

Pues no, parece que no hemos aprendido.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Triste pero cierto

Cuando vives fuera de casa, todo son preguntas.

Tienes la sensación de que están pasando infinidad de cosas importantes y no estás ahí para verlas. Te preguntas cómo estará ese amigo que buscaba trabajo. Si las obras de tu calle habrán terminado. Si tu madre habrá cambiado la disposición de los muebles. Entonces vuelves a casa por vacaciones y te das cuenta, aliviado, de que todo sigue siendo como era cuando te fuiste.

Pero esta vez es diferente. Estoy lejos de casa en un momento de cambio en España. O de supuesto cambio. Ayer, los españoles decidieron dar el poder a Mariano Rajoy. Tras la caída en picado del PSOE y Zapatero, los votantes le han castigado con el peor resultado de la historia del partido y ahora confían en que el nuevo presidente logre un cambio radical en la situación económica y social.

Sin embargo, no tengo esa sensación. No tengo la sensación de que me esté perdiendo ningún acontecimiento crucial. De hecho, ni siquiera voté por correo desde Reino Unido. Debería haberlo hecho, porque creo que de esa forma expresas tu apoyo a una democracia participativa. Por otro lado, no quiero participar en un tipo de democracia basada en una ley electoral que favorece a los grandes partidos y, por tanto, al bipartidismo que llevamos arrastrando durante décadas.

No creo que nada haya cambiado en esencia desde anoche. Sí, un nuevo gobierno se avecina. Pero algo me dice que no sólo depende de eso que España supere las adversidades. Ahora debería desear estar en España y respirar el aroma de esperanza que el nuevo gobierno trae consigo.

Pero ni tengo esperanza ni creo que el nuevo gobierno traiga ninguna solución inmediata. Simplemente ahora será otro gabinete el que intentará no enfadar a los mercados y salvarnos del hundimiento por la mínima. Y después será otro. Y después otro. Por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario, llevamos sin cambios desde 1975.

Apatía y desilusión. Eso es todo lo que las elecciones generales han significado para mí.

viernes, 18 de noviembre de 2011

¿Esperando una salvación?

Estamos a dos días de las elecciones generales. Días en los que los votantes españoles deberían reflexionar… aunque me temo que nadie va a reflexionar sobre nada. El resultado está cantado, no hay cabida para las sorpresas de última hora.

El gobierno de Zapatero se ha convertido en una especie de bestia negra a la que nadie quiere ni mencionar. Cada frustración, cada reprimenda que los españoles afectados por la crisis lanzan tiene un claro objetivo: Zapatero. La crisis económica le ha derrotado. Es visto como uno de los peores presidentes que ha tenido España desde que se instauró la democracia, y es difícil encontrar a alguien que le apoye incluso en las filas del PSOE.

La caída de los sueldos, el aumento de la tasa de desempleo… todo parece ser consecuencia de las políticas ineficientes del todavía presidente. Puede que no haya tomado las mejores medidas para luchar contra el panorama, pero también ha tenido que enfrentarse a un periodo de incertidumbre y obstáculos extremos.

De todas formas, su popularidad ha caído en picado y ni los españoles ni las instituciones confían en él. Por tanto, un cambio drástico debería ser la mejor solución… ¿no? Si los votantes ya no confían en Zapatero… deberían votar a Rajoy… ¿no?

Esto es, de hecho, lo que va a suceder. El bipartidismo existente en España nos está haciendo menos capaces de considerar otras opciones en lugar de escoger la más fácil. ¿Qué pasa si no nos gusta el gobierno actual? Votamos al partido contrario. Eso es todo. Como si no tuviéramos más opciones. Sólo asumimos que esa es la manera de hacer que los problemas desaparezcan. No podemos hacerles frente de otra forma.

Esa es la democracia española.

Según este pensamiento, Rajoy (el más que probable próximo presidente) acabará con la crisis económica en España. Acabará con los despidos. Acabará con la deuda. Acabará con todos nuestros problemas. De la noche a la mañana.

Porque así es como se supone que funciona la democracia…¿no?

martes, 8 de noviembre de 2011

Soy periodista y quiero que me tengas miedo

Aviso para navegantes: este post es sólo una vía de escape. Lo único que voy a hacer durante las próximas líneas va a ser quejarme. No porque crea o deje de creer que sirve de algo, sino simplemente porque me apetece. Al menos todavía tenemos la libertad de hacerlo.

Llevo un tiempo (realmente, desde que empecé la carrera de periodismo) dándome cuenta de que algunos, bastantes, profesores, a la hora de hablar sobre los temas que un periodista debería tratar, nos hacen preguntas como ¿qué quiere leer la gente? ¿qué tipo de historias están buscando? Y esto no hace sino ratificar mi sentimiento de que el periodismo está más preocupado en contentar a la audiencia que en abrir ojos y despertar conciencias.

El periódico afín al partido de izquierdas/derechas ofrecerá un contenido inclinado a la ideología de izquierdas/derechas y se dirigirá a un público de izquierdas/derechas. El público de izquierdas/derechas estará encantado con el periódico de izquierdas/derechas y seguirá comprándolo. Y así. Total, si va bien, ¿para qué cambiar de táctica? Si es lo que da dinero… Es más, en Historia del Periodismo se estudia la aparición del tipo de prensa que tenemos ahora como la aparición de la “prensa comercial”. Y nos quedamos tan panchos.

Esta es una triste verdad que hace tiempo tengo asumida, pero me preocupa que los docentes encargados de formar a la próxima generación de periodistas lo tengan tan asumido que incluso lo transmitan como una máxima a seguir. “Eso no funcionaría”, “no es lo que nuestro público leería”, “tened en cuenta la ideología e intereses del público al que os dirigís”… son frases que he oído (preocupantemente) en numerosas ocasiones.

Está muy bien querer darle a la gente lo que busca, pero… creo sinceramente que esa es la enfermedad que sufre el periodismo español. Nos encanta soltar un “qué razón tiene” después de escuchar las declaraciones del político de turno líder de nuestro partido favorito. Porque, la verdad, pensar que puede ser que no nos estén contando las cosas como son… en fin, es algo incómodo. Demasiadas preocupaciones tenemos en nuestro día a día como para preocuparnos ahora de que nos den gato por liebre en uno u otro medio. Qué a gusto se está sabiendo de antemano lo que uno va a leer. Qué tranquilidad trae la ausencia de sorpresas. Qué comprendidos nos sentimos al escuchar a menganito expresar en la tele un reflejo de lo que pensamos. “Claro, ¿ves? Si es lo que yo digo…”

Eso es lo que el público quiere. Pero, hasta donde sé, los periodistas no somos artistas de cine ni estrellas de bandas de rock. No nos guía el fidelizar al público o vender entradas. De hecho, eso es lo más fácil para un periodista. Pero ¿qué pasa con lo que el público DEBE saber?

Serán informaciones incómodas, poco populares, controvertidas, arriesgadas… pero son las que nos sacarán de ese estado de conformismo que todos parecemos estar pasando por alto. Y a lo mejor así conseguimos algo. No se pueden cambiar el estado de las cosas sin conocer todas sus aristas.

La finalidad del buen periodista no debería ser contentar a todos. Sino hacer que nos revolviéramos en nuestras sillas.

domingo, 23 de octubre de 2011

Reforma de la sanidad británica - Entrevista

La crisis económica está llevando al Gobierno Británico a llevar a cabo reformas en diversos campos. Estas reformas conllevan recortes que afectan al día a día de cientos de ciudadanos, que ven cómo no sólo sus bolsillos, sino también los servicios sociales disminuyen.
La reforma de la sanidad pública, o NHS (National Health Service), es sólo un ejemplo. La propuesta de ley presentada por el Gobierno es vista como una forma de privatizar el sistema, lo que iría en detrimento de la calidad en el cuidado del paciente.
UK Uncut es una organización en contra de dichos recortes que cree posible superar la situación actual sin dañar a la sociedad. Liam Jackson, uno de sus miembros, habló con “De la vida y tantas otras cosas” en Russell Square (Londres).

De la vida y tantas otras cosas: ¿Qué es UK Uncut?
Liam Jackson: UK Uncut es un movimiento de gente que protesta contra los recortes y propone alternativas a los mismos. Llevamos haciendo esto desde el octubre pasado. Hemos estado luchando contra los recortes, compartiendo que hay alternativas y que esos recortes son una elección política por parte de este gobierno.

¿Quiénes son los miembros de la organización?
No tenemos miembros como tales. Es un trabajo de activistas organizados horizontalmente a lo largo de todo el país. Hay gente en casi todas las ciudades del Reino Unido llevando a cabo acciones contra los recortes en el lugar donde viven. Más que miembros, diría que cualquiera que ha estado en una acción de UK Uncut, cualquiera que ha apoyado una acción de cualquier forma, es un miembro de UK Uncut.

Hablando sobre las reformas de la NHS… ¿cuál crees que es el propósito del Gobierno?
Se ha demostrado que esta propuesta de ley va a ser mala para los pacientes, va a ser mala para los médicos… todos los cuerpos de profesionales médicos en esta país, incluido el BMA (British Medical Association), El Royal College of GP's (médicos de cabecera) o el Royal College of Nurses (enfermeras). Se han proclamado en contra de esta reforma. La propuesta de ley sólo es buena para los proveedores médicos privados, la mayoría con base en EEUU, que van a hacer miles de millones con la privatización del sistema de salud.
Esta reforma pone de manifiesto que todos los cambios que el gobierno está haciendo están motivados por la política. Este gobierno está en deuda con grandes corporaciones, y a través de sus políticas quiere beneficiarlas a costa de nosotros.

Entonces, ¿no crees que ahorraría dinero?
No ahorrará dinero. George Osborne (Ministro de Hacienda) ha admitido que no ahorrará dinero. Costará más, de hecho, porque terminará dando lugar a un servicio mucho peor para los pacientes.
Esta es una propuesta de ley que ha sido creada según los deseos de las empresas sanitarias privadas, que han estado haciendo lobby al gobierno y, desafortunadamente, al gobierno le importa más sus intereses que los de la gente de este país.

¿De qué manera sería mala esta reforma para el cuidado de los pacientes? Porque el gobierno dice lo contrario…
Esta ley iría en detrimento del cuidado de los pacientes porque sería el final de la sanidad pública tal y como la conocemos. Es el final de los proveedores de cuidado médico que tienen el deber de proporcionar un sistema de salud integral y gratuito. Ese deber ha existido desde hace 50 años y ha dado lugar a uno de los sistemas de salud más equitativos del mundo, y esto va a acabar. Así que, de esa manera, el cuidado del paciente va a ser controlado por estos cuerpos privados que están más interesados en sus beneficios que en la calidad del cuidado que dan a sus pacientes.

¿Cuáles son las alternativas que propone UK Uncut?
Hemos destacado varias alternativas a los recortes que podrían ser llevadas a cabo en lugar de estas medidas de austeridad tan dañinas.
Por ejemplo, una campaña más efectiva contra la evasión de impuestos por parte de las grandes empresas es una de las formas con las cuales se podrían evitar los recortes.
Una mejor regulación del sistema financiero es otra alternativa para que dejen de jugar con nuestro dinero de forma que el contribuyente se ve obligado a fortalecer y subvencionar a estas grandes compañías.
Estas son todas alternativas que podrían llevarse a cabo, y la gran mentira del gobierno es decir que no hay alternativas, pero sabemos que es una mentira y por eso la gente a lo largo de todo el país está tan enfadada.
En el caso de la NHS, está claro que las reformas están motivadas por asuntos políticos, porque la reforma no va a ahorrar dinero, no va a acabar con la deuda ni con el déficit.

martes, 11 de octubre de 2011

La contaminación también existe

Los problemas vienen de la mano. El mundo evoluciona cada vez más rápido, pero toda evolución conlleva efectos secundarios. Tenemos que lidiar con una crisis económica que será recordada y aparecerá en los libros de texto, si finalmente la superamos.

Desempleo, falta de un sistema educativo de calidad, el malestar reinante en las calles... estos son sólo tres ejemplos de lo que el ciudadano medio tiene en su cabeza cuando se levanta por las mañanas. Hoy en día, la felicidad es un lujo. Parece que simplemente no podemos permitírnosla.

Además, otro tipo de crisis está emergiendo como consecuencia de la primera. Una crisis de valores. Nos centramos cada vez más en los bienes materiales, dejando de lado otras preocupaciones. La salud, por ejemplo. Porque la salud, en casos normales, no nos suele preocupar demasiado. Pero también puede verse afectada por la crisis.

El gobierno madrileño debería estar al tanto. Los niveles de polución alcanzados por la capital exceden los límites de 40 miligramos de NO2 permitidos por la Unión Europea. A estas alturas del año, Madrid supera los 43 mg, llegando a alcanzar los 250 en algunas áreas de la ciudad.

Los políticos hacen oídos sordos y mantienen que la calidad del aire en la región es excelente. La concejal Ana Botella cree que “el paro es más asfixiante”. El problema es que los dos lo son y ninguno se soluciona.

Sin embargo, este no es un asunto de vida o muerte para los ciudadanos. Aunque, de hecho, lo sea. Están más preocupados por su suelo, y nadie les culpa. Pero la verdad es que una contaminación atmosférica tan alta puede provocar enfermedades respiratorias y agravar los síntomas de asmáticos y alérgicos.

El Ayuntamiento y el Gobierno Regional incumplen la legislación europea desde finales de 2010. Esto podría conllevar sanciones económicas. Aun así, no se ha tomado ninguna medida para promocionar el cuidado del aire que respiramos todos. Según su juicio, establecer un impuesto para los vehículos que entren al centro de la ciudad sería muy impopular y perjudicaría la actividad económica. De nuevo el dinero por encima de la salud.

Porque, ¿a quién le importa el aire contaminado? ¿A quién le importa correr el riesgo de respirarlo? ¿A quién le importa algo tan abstracto como el bienestar? ¿A quién le importa vivir una vida saludable?

Antes que nada, uno tiene que encontrar el dinero para poder vivirla.

lunes, 25 de julio de 2011

El precio de llamarse Oslo

Noruega es uno de esos países de los que no se oye hablar demasiado. Quizá por ello un viaje al país escandinavo es tan sorprendente. No sólo por la inmensidad de su naturaleza, sino por lo mucho que tenemos que aprender de él.


Pasó de ser un país pobre a ser uno de los más ricos del mundo de la noche a la mañana tras el descubrimiento de sus reservas de petróleo y gas. Pero Noruega no es un país rico al uso. Prueba de ello es su poca repercusión mediática. Quizá precisamente porque sabe lo que es no tener nada también sabe comportarse teniéndolo todo.

Ha sabido administrar los ingresos procedentes de la exportación de sus recursos naturales haciendo gala de un altruismo del que muchos de los países que acaparan portadas de periódicos carecen.
Su capital, Oslo, acoge y da alojamiento gratuito a refugiados chilenos, somalíes, pakistaníes...
A esto se une su respeto al medio ambiente. A pesar de su riqueza, las carreteras principales del país -lo que podría ser aquí la A-6- son como una nacional Cuenca-Albacete.
Los menores que cometen un delito no son enviados a centros especiales, sino a cuidar y limpiar los jardines de las ciudades.
Es uno de los países más seguros del mundo. En sus calles es casi misión imposible ver un coche de policía.
Definiría Oslo con una palabra: armonía.

Noruega es, en definitiva, un país de pacifistas. Todos los premios Nobel se entregan en Suecia excepto uno: el de la paz. El propio Alfred Nobel hizo que dicho galardón se entregara en el Ayuntamiento de Oslo. No es casualidad.

Y todo esto sin hacer ruido.
El “pecado” noruego: ser un país ejemplar.
¿Qué nos queda entonces si incluso la tolerancia tiene enemigos peligrosos? ¿Si ni siquiera la generosidad nos salva?
Puede que si su actitud fuera la propia de un país rico no se hubiese ganado estos enemigos.
Breivik era un neonazi deseoso de acabar con la inmigración. De acabar con la convivencia. De cambiar la armonía por el caos.
Es el precio de llamarse Oslo.

jueves, 14 de julio de 2011

Y la gente... ¿qué suele hacer?

Con la llegada del verano han llegado también las aglomeraciones en las playas, las mareas de sombrillas y los atascos a 40º a la sombra en las autovías de la costa. Éxodo hacia el mediterráneo. Es lo que la gente suele hacer.

Hasta aquí nada alarmante. O sí.

Durante el verano los españoles somos el paradigma de la falta de iniciativa e innovación. Con esto no estoy menospreciando a aquellos que disfrutan de sus merecidos días de descanso en las playas. Cada uno hace con su tiempo libre lo que crea más conveniente de acuerdo a sus posibilidades.

Pero las imágenes de playas invadidas y apartamentos agotados en Benidorm me han hecho recordar lo que Iñaki Gabilondo llama “precipitado de insolvencia”. Que podría ser expresado con el típico “Si Fulanito se tira por un puente, ¿tú te tiras también?”.

El proceso es sencillo. Imaginemos, por ejemplo, que sale a colación el tema de los controles de velocidad en una charla entre amigos. Uno de los amigos asegura que la policía utiliza coches de marca Citroen para ocultarse y cazar al vuelo a los que no respeten el límite. Otro amigo dice tener un cuñado que conoce a un agente, agente que le comentó al cuñado que, efectivamente, emplean coches Citroen. Y, así sucesivamente, se produce una precipitación de comentarios de cada uno de los amigos afirmando conocer a Fulanito de tal que ratifica la teoría original. En conclusión, se produce una precipitación de comentarios en la misma dirección pero, la mayoría de las veces, sin solvencia alguna. Opinar sin conocer es el deporte nacional.

Esta homogeneidad parece ser parte de la idiosincrasia de los españoles. Tendemos a pensar que lo que hacen los demás, si lo hacen, será por algo. Será porque es lo mejor.
Antes de tomar una decisión que consideremos mínimamente relevante nos preguntamos “y la gente... ¿qué suele hacer en mi situación?”.
Necesitamos sentirnos parte de las decisiones colectivas y nos unimos al rebaño por la inseguridad a la hora de hacer algo diferente. Los que se salen del camino son tildados de raros, extravagantes, de inconscientes. Reina, en general, la falta de iniciativa personal.

Los políticos no se quedan atrás. En el último Debate sobre el Estado de la Nación, nuestros supuestos representantes no hicieron más que arrojar porcentajes, estadísticas y cifras sobre la posición del PIB, la tasa de paro o la situación del mercado financiero comparándonos con Europa. Todo era un “estamos por encima de...”, “estamos peor que...”, pero poco se escuchó sobre España sin más. Quizá Europa no nos pueda salvar a nosotros ni a ella misma. Quizá deberían valorar la economía de los españoles y no tanto la del resto de europeos.

Pero a veces lo normal no es lo mejor. O al menos no es lo más conveniente para nuestro país o para nosotros mismos. Porque lo que funciona en un lugar puede no funcionar en otro. Tengamos a otros países como modelo, sí, pero no como molde. Cada Estado tiene sus características. Quizá lo que deberíamos hacer es dejar de fijarnos tanto en cómo abordan los problemas el resto de países y fijarnos más en cómo podemos arreglar nosotros los nuestros. Las cuestiones se solucionan conociéndonos a nosotros mismos, nuestras debilidades y fortalezas, y no conociendo únicamente a los demás.

Recalibren la vara de medir. Preocúpense de lo nuestro. Y a lo mejor mejoramos algo.

sábado, 25 de junio de 2011

Dudo, luego existo.


Me asustan las personas que no dudan, o que no se conceden el derecho a hacerlo. Aquellos que afirman con rotundidad, que deciden unilateralmente que está bien y que está mal, considerando sus propias opiniones como proposiciones absolutamente objetivas que toda persona “con dos dedos de frente” debería compartir.

Es, prácticamente, irrelevante la exactitud de sus apreciaciones, el rigor y solidez de sus argumentos, o lo contrastados que estén los datos que fundamentan su discurso. Prima, por encima de todo ello, el “sentido común”, el suyo, claro.

No critico que la gente opine, ni mucho menos que se formen un criterio propio. Critico que dichas opiniones y criterios, lejos de ser considerados como lo que son, reflexiones subjetivas, pasen, en cambio, a constituir verdades no capaces de transigir en lo más mínimo con todo aquello que no concuerde con ellas.

Me asustan las personas que no dudan, o que no se conceden el derecho a hacerlo, porqué, creo, son los principales obstáculos que se encuentran en su camino quienes luchan por conseguir cambios y mejoras en la sociedad.

Millones de personas a lo largo de la historia han, dando incluso la vida, luchado por conseguir que generaciones futuras gozaran de mejores condiciones de vida. Mientras tanto otros tantos – de esos que, digo, me asustan – asentados en una posición desde la que el mundo se adivinaba inalterable, se esforzaban por desacreditar cualquier conato de cambio.
Me viene a la cabeza la imagen de aquel ciudadano, de bien, estadounidense que, allá por la década de los 60 del siglo pasado, se indignaba ante las reinvidicaciones en defensa de los derechos civiles de la población negra. Me lo imagino preguntándose que a que venía todo eso, si durante años los blancos habían ido por un lado y los negros por el otro, ¿qué sentido tenía?

Pero sin necesidad de remontarnos tanto en el tiempo, encontramos ahora mismo, muy cerca, un ejemplo exacto de lo mismo: miles y miles de personas, de toda condición y edad, se echan a la calle para reclamar medidas que no van más allá que la de equipararnos a países de nuestro entorno. Para conseguir desde una mayor transparencia en la gestión política, a una reforma de una ley electoral que fue pensada para tiempos en los que la democracia en nuestro país requería de una reforzada protección, o reivindicando una menor presencia de la especulación financiera en nuestra economía real.

Pero, como no podía ser de otra manera, sigue nuestro ciudadano, esta vez español pero igualmente de bien, pensando que a que viene todo esto; si las cosas están bien como están, si esas reinvidicaciones no son más que atentados contra el sentido común y el orden establecido si, después de todo, él está bien así.

¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Antonio Machado

viernes, 10 de junio de 2011

Cien años de soledad

Las intrigas y devenires de siete generaciones de la familia Buendía son protagonistas de la obra de Gabriel García Márquez que da nombre a este artículo.

Los primeros capítulos de la novela narran la creación del pueblo de Macondo por parte de un grupo de familias emigrantes, y mientras vamos avanzando en la lectura Macondo crece, prospera y finalmente desaparece. Un ciclo natural. Todo en este mundo nace, evoluciona y muere.

Aun así, y aunque sea una verdad universal, hay cosas que no deberían morir.
El movimiento 15 M es una de ellas. ¿Por qué otra vez el mismo tema? Porque preferimos darle bombo a esto, que lo merece y necesita, que a la sucesión de fulanito por menganito.

Como la familia Buendía, la sociedad de este país parecía condenada a una soledad reflejada, entre otras cosas, en la falta de representación en las decisiones de los gobiernos o en los privilegios de políticos y cargos públicos.

Más allá de los logros que esta revolución pacífica alcance en el futuro, ya ha alcanzado algunos que no quedarán en agua de borrajas. Uno de ellos es la reivindicación de la calle. Las críticas de los opositores al movimiento radican –muchas de ellas- en la “ocupación del espacio público”. Estos opositores alegan respetar las reivindicaciones pero rechazan la “invasión” de las plazas para realizarlas.

Pero ¿hasta qué punto es posible “ocupar” un espacio público? Aristóteles lo reconocía como un espacio vital y humanizante, donde la sociedad se reúne para compartir sus opiniones, evaluar propuestas y elegir la mejor decisión. El espacio español está siendo ahora más público que nunca, no mediante su ocupación, sino mediante su utilización para dar salida a unas aspiraciones que de otra forma no la tenían.

Ahora sí, la calle ha servido como plataforma democrática. Ha acogido las protestas y además les ha dado eco. No se me ocurre un lugar mejor para comenzar el movimiento. Desde la política se está intentando trasladar el problema hacia las acampadas, pero no olvidemos que éstas no son sino la consecuencia de muchos otros problemas que nos han traído hasta aquí. No convirtamos a la víctima en verdugo.

Y ahora ha llegado el momento de avanzar. Tras los primeros capítulos, tras la fundación de su Macondo particular, al espíritu del 15 M le aguarda el núcleo de su historia, una evolución que transforme el grito inicial en un camino con dirección. Que esto no se quede en una anécdota. Que no nos acostumbremos y terminemos viendo las protestas como quien oye llover. Que el movimiento no se contamine. Estos son ahora los objetivos que deben empujarnos.

Por el momento, y no es poco, podemos presumir de haber despertado, de habernos unido como pocas veces lo hemos hecho y de habernos desligado de la fila de países con sociedades apáticas ante los abusos de sus dirigentes y la manipulación informativa.

Los 19 detenidos tras las primeras manifestaciones fueron acusados de “alteración del orden público”. También podemos presumir de ello, porque si la realidad política y social que se vive en España es ordenada, preferimos alterarla.
Estamos en plena evolución, en el punto de giro en el que las cosas pueden avanzar o morir definitivamente.

“Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”. Así termina la novela de García Márquez. Luchemos por cambiar nuestro final.

domingo, 22 de mayo de 2011

Sin castigo para la corrupción.

Creo firmemente que el movimiento originado el 15-M, al contrario que lo manifestado desde numerosos medios, no tenía por objeto “manipular” y/o “condicionar” el resultado de las elecciones de este domingo. Cuestión distinta es que la semana previa a las votaciones resulte un escaparate de mayor difusión que cualquier otra semana del año.

Aun así, también creo innegable cierta relación entre ambos eventos, habida cuenta de una de las proclamas clave de las movilizaciones: el NO a la corrupción. Es a este respecto que considero se puede hablar de fracaso por parte de quienes han abanderado la lucha por una “Ley de Responsabilidad Política”. Y es que es tarea de titanes concienciar, en apenas una semana, a un país que cuenta en su haber con una economía sumergida cercana al 20% del PIB, o un nivel de fraude fiscal superior a la media europea.

De ahí que no parezca tan raro que el castigo, en número de votos, a la corrupción apenas sea perceptible, lo cual deja una premisa clara y contundente : un gran porcentaje de la población española considera que acciones tales como el “cohecho”, “malversación de fondos” o  el “tráfico de influencias” –por citar algunos ejemplos de delitos que se imputan a no pocos de nuestros representantes políticos- son males menores en comparación a verse en la tesitura de dar a su voto algún otro destino distinto.


En definitiva, queda un arduo camino para quienes desean un modelo de democracia más responsable, para quienes las elecciones no han de ser únicamente cosa de dos, para quienes está en juego algo más que una victoria electoral; para quienes saben que detrás de millones de papeletas está en juego la gestión de los recursos de todos. 

Queda mucho por hacer.

viernes, 8 de abril de 2011

LA HUMANIDAD COTIZA A LA BAJA



Es sorprendente cómo el primer mundo parece inmune contra lo que ocurre a su alrededor. Comentaba Iñaki Gabilondo -con total acierto- en una entrevista, que somos una suerte de sociedad “narcotizada”. Y es que, por exagerado que pueda resultar afirmar algo así, basta con hacer un pequeño examen de nuestras reacciones ante lo que sucede en el mundo para percatarnos de que el insigne periodista no anda muy desencaminado.
Incluso las imágenes más duras ofrecidas por los informativos pasan por nuestras retinas consiguiendo, apenas, una leve torsión en nuestro gesto, consecuencia de algún sentimiento de compasión, incertidumbre, rechazo… pero nunca trascendiendo más allá, nunca dando lugar a la reflexión necesaria para asumir que desde la comodidad de nuestros hogares, prácticamente, concedemos impunidad a la barbarie.

Ahora bien, no sólo es preocupante la escasa mella que sobre nuestra rutina diaria hacen las noticias que nos llegan desde diferentes puntos del planeta, es también esclarecedor lo poco críticos que somos con la información que recibimos. Simplemente nos limitamos a procesarla, dando por hecho que lo que nos cuentan es así, y que es todo lo que nos han de contar.
Claro ejemplo de esto es la turbulenta situación que vive actualmente África y las verdades parciales de las que somos destinatarios en lo que a ella concierne.

Libia: Nos parecía increíble que Occidente permaneciera impasible ante lo que acontecía en Libia, con un Gadafi desatado atacando a su propio pueblo, entonces ¿por qué pasamos por alto hechos parecidos que suceden en Bahrein y Arabia Saudí?. ¿No son la situación estratégica del país para el control del Mar Rojo, y sus yacimientos petrolíferos, tal vez, razones de más peso para que intervengan nuestros gobiernos?. Consideramos que los opositores al gobierno de Gadafi son entusiastas demócratas que aspiran únicamente a devolver la libertad al pueblo libio, cuando deberíamos saber que una gran proporción de ellos no son más que la oligarquía rival a la de Gadafi, y cuya mera intención es hacerse con el poder.

Costa de Marfil: Nos contentamos con saber que el presidente saliente Gbagbo cada vez cuenta con una menor zona de influencia, en parte, gracias a la acción de las fuerzas armadas francesas. En cambio, ¿sabemos el origen de la intervención? Un puñado de nacionales franceses, depositarios de grandes inversiones en el país africano cuyas ganancias revierten en Francia, a los que se impide la salida de Costa de Marfil lleva a Sarkozy a ordenar la toma del aeropuerto de Abiyán.
Posteriormente, se crea una base militar encargada de proteger a, única y exclusivamente, los ciudadanos extranjeros que no han podido salir aún del país; mientras tanto, cerca de 100.000 refugiados –a tenor de los informes presentados por OXFAM- se hallan próximos a la frontera con Liberia, huelga decir que a su suerte.
Para redondear, la ONU solicitó la, irrisoria, cifra de 146 millones de dólares para hacer frente a la calamitosa situación humanitaria que atraviesa la población de Costa de Marfil; recabando - apenas- de los países “civilizados” la cuarta parte de lo pedido. ¿A cuanto ascendió el fichaje de Cristiano Ronaldo?

Pero hay algo peor aun que estas verdades parciales: la información que no tiene espacio en los medios de comunicación, que no es poca. ¿O es que acaso sabemos mucho acerca de la epidemia de sarampión que asola la República Democrática del Congo? Un país en el que 51 millones de personas no tienen acceso a agua potable. De las denuncias de Médicos Sin Fronteras casi nadie se hace eco  y, por el momento, la demanda logística y financiera requerida para afrontar la enfermedad no puede ser asumida por dicha organización humanitaria, que, por otra parte, recibe escasa respuesta por parte de quienes más debieran darla: UNICEF y/o la OMS.
Podríamos hablar también de las revueltas militares en Burkina Faso, o la persistente represión que se da en Ruanda; pero ¿qué serían? Cifras de muertos y desaparecidos que rebotarían sin más en nuestra ya curtida indeferencia.

Datos, datos sin nombre ni apellidos, dramas humanos que ni tan siquiera podemos imaginar, mucho menos intentar comprender. A lo sumo responden nuestros mercados financieros, que nunca fallan; el lunes siguiente al desastre nipón las bolsas de valores respondían con estrepitosas caídas mientras los inversores hacían todo lo posible por alejar su dinero de la catástrofe. Movimiento lógico, por supuesto, pero también escalofriante; sufrimiento que implica la devaluación del Yen, dolor que se traduce en pérdidas financieras… la humanidad, definitivamente, cotiza a la baja.


lunes, 21 de marzo de 2011

(de)Generaciones y destrucciones

La generación espontánea es la teoría sobre el origen de la vida en la Tierra más comúnmente aceptada. Damos por sentado que unos primitivos seres unicelulares aparecieron de la nada y dieron lugar (con la ayuda de Darwin y el paso de los milenios) al hombre contemporáneo.
Pero toda teoría dominante tiene sus teorías opositoras. En principio menos estudiadas y seguidas, pero con las mismas posibilidades de ser ciertas.

Como ejemplo, la panspermia moderna traslada el inicio de la vida al exterior y basa su postulación en que existen bacterias capaces de sobrevivir en el espacio hasta el punto de viajar interestelarmente alojadas en el interior de los meteoritos.
De acuerdo con esta teoría, nuestro planeta actuó únicamente como tierra de cultivo de unas semillas generadas fuera del mismo.

Trasladando la panspermia de dimensiones inabarcables a otras más “domésticas”, podemos fácilmente comprobar cómo la generación exterior tiene lugar día a día, con mayor o menor éxito.

La revolución del mundo árabe es el mejor ejemplo de panspermia aplicada. El origen de la misma tuvo lugar en un país y su influencia se extendió a otros, generando asímismo otra revolución.
El alzamiento popular en Túnez comenzó siendo un hecho aislado y ha terminado marcando el origen de lo que puede convertirse en el mayor cambio político a esfera mundial del siglo XXI.
Por tanto, la influencia externa ha jugado un papel fundamental.

Pero para que la panspermia triunfe es necesario que las condiciones en el lugar de destino de las partículas sean las óptimas para el desarrollo de la vida a nivel superior.
La influencia tunecina en Egipto fue un éxito. La unidad del pueblo y el apoyo del Ejército a la revolución fueron factores esenciales para la evolución del movimiento y el triunfo del mismo.
En el caso de Libia, sin embargo, Gadafi cuenta con el apoyo del Ejército y de buena parte del pueblo. En casos como este, la panspermia tiene pocas posibilidades. De hecho, está pasando a convertirse en éxodo.

¿Cómo evitar que algo llamado a ser origen termine siendo extinción?
La intervención aérea internacional ha sido el primer paso para prevenir un daño mayor. Otra influencia externa sobre la mesa.

Después de años haciendo oídos sordos a los regímenes autoritarios árabes, la salvación del pueblo se erige como objetivo de los 'aliados'.
¿Por qué occidente ha cambiado ahora de opinión?
Parece que fuera necesario un acontecimiento de tales magnitudes para condenar los abusos de los líderes. Pero entonces, ¿por qué se decide la intervención en ciertos lugares y se obvian otros en situaciones semejantes?

La generación de vida de forma externa ha quedado demostrada en Egipto, pero en Libia ha encontrado dos enemigos difíciles de batir: el propio gobierno y las fuerzas internacionales.
Estos dos agentes han trasladado la importancia hacia su propia lucha y han dejado la opresión del pueblo a un lado.
Es difícil escoger bando cuando el que padece las acciones de los contendientes es el mismo.
La intención de Gadafi y sus defensores es el fracaso de la rebelión. Puede que la intención de los aliados sí sea liberar al pueblo. Quizá cuando ganen su guerra no haya pueblo que liberar.

jueves, 10 de marzo de 2011

Oda a los 16 mm.


Cuando voy al cine siempre hago una cosa. Si no la hiciera no tendría ningún sentido ir a una sala de exhibición por el módico precio de, como mínimo, 6 euros.
Comparo reacciones. A la hora de leer un libro o escuchar una canción, la imaginación de cada uno funciona de manera diferente. Todos leemos o escuchamos lo mismo, pero las imágenes que formamos en nuestra cabeza difieren por completo. Pero en el cine las imágenes nos vienen dadas y, sin embargo, la manera en que las percibimos también es distinta. La misma imagen puede significar cosas radicalmente opuestas para cada espectador. El director ha dado forma a su obra con un objetivo y con la finalidad de despertar ciertas reacciones en su público, pero este objetivo se transforma en cada retina a la que llega la imagen.
Y esta es la magia del cine. Cómo una representación dirigida y controlada puede adquirir múltiples significados y remitirnos a vivencias personales y únicas en cada uno. Cómo un público aparentemente homogéneo reacciona de forma opuesta ante el mismo estímulo. Y cómo un público aparentemente distinto puede verse unido por este mismo estímulo.
Este hábito que puede parecer -y en efecto lo es- simple, conforma la esencia y la razón de ser de una película. El dirigirse a un público masivo y terminar encontrando SU público. El convertirse en parte de nuestras vidas.
Los primeros espectadores de imágenes en movimiento el 28 de diciembre de 1895 se vieron sobrepasados por la experiencia. Con sólo la imagen de unos cuantos obreros, un jardinero y un tren los hermanos Lumiére despertaron en aquellos pocos afortunados sensaciones nuevas y prometedoras. Hasta hoy día, el cine ha seguido jugando con nuestra psicología. Una buena película atrapa y descontextualiza, te hace vulnerable tanto como puede hacerlo un buen libro o una buena canción.
Ir al cine no es un simple entretenimiento de fin de semana, es una cultura, es dejar a un director que entre en tu mundo sin distracciones externas y con unos cuantos elementos que, a pesar de que los sepamos falsos desde un principio, consiguen convertirse en verdaderos mientras el proyector trabaja.
Por todo esto me aventuro a pensar que el cine y su exhibición no tendrán un pronto final. Los amantes de este bien llamado arte seguiremos valorando lo que una sala, una butaca y una pantalla de 17x24 significan.
Por descontado, todo arte explotado se convierte en negocio. No se debe olvidar que cine también significa industria y beneficios, y el arte y la industria suponen una mezcla difícil. Nunca se llega a saber del todo si priman la divulgación de la cultura y el servicio al espectador o las ganancias personales. Como en cualquier campo, el cine también se ensucia con ambiciones que dejan de lado el buen desarrollo del proceso artístico y creativo y se limitan a crear productos vendibles y con retorno de inversión asegurado. Si a esto sumamos que el altruismo está más cerca de la utopía que de la realidad, no sería difícil decidirse a reemplazar fila 10 y butaca 15 por el sofá de casa.
Pero lo cortés no quita lo valiente. Se puede -y hay ejemplos numerosos- combinar el arte con el beneficio. Generar un film cuidado, fiel a la visión y estilo del cineasta no tiene por qué estar reñido con el éxito del mismo.
Y también ahí radica la magia del cine. Que una visión personal pueda trascender y capturar a millones de personas y a kilómetros de distancia. Los directores que arriesgan y aceptan ese reto son los que conseguirán salvar el cine y conciliar industria, arte y espectador.
Afortunada o desafortunadamente, el séptimo arte, como casi todo en el mundo en que vivimos, necesita dinero para sobrevivir. Los espectadores lo sabemos, y estamos dispuestos a pagar por la experiencia y contribuir así a la generación de otras. Siempre y cuando se nos respete y se tenga en mente que, sin espectador, no hay película que valga.
El peligro radica en convertir el cine en lujo. El derecho a disfrutar de la cultura se ve amenazado por los precios excesivos y casi prohibitivos. Las proyecciones dejan de tener en su epicentro al largometraje en sí y trasladan la importancia a lo accesorio. Ya no vas al cine a ver la película, vas a ver la película mientras te comes un “Súper combo mix de palomitas grandes y refresco gigante”.
Todo esto hace que pierda su poder y magnificencia y favorece que pueda pasar a ser disfrute de unos pocos.
La salvación del cine radica en saber combinar el mantenimiento de la industria con el servicio al público. Algo tan grande no debería ser excluyente. Es esencial que los espectadores no nos sintamos víctimas de la ambición personal y que no veamos en directores, productoras y exhibidores a los verdugos. La conciliación entre ambas partes es posible y necesaria para que un invento que comenzó sobrecogiendo no termine desengañando.
Como decía Truffaut, “no se puede poner un final optimista, porque la vida no es optimista; tampoco se puede poner un final pesimista, porque sería un desastre comercial. Es necesario un final que incluya los dos”.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Pensamiento indio aplicado.


“Jugaad” es la palabra que se utiliza en la India para referirse a la “improvisación creativa con recursos limitados”. Es decir, aprovechar lo que el entorno y las circunstancias nos ofrecen para lograr resultados positivos.

Como palabra de moda en el ámbito de la gestión empresarial, “jugaad” es también una filosofía de vida que invita a percibir las limitaciones como oportunidades. No supone la existencia de un objetivo a perseguir, simplemente implica sacar el máximo rendimiento de aquello que la vida nos ofrece. Un “a falta de pan, buenas son tortas”. Un “conformismo inconformista”. Nada ambiciosa.

La ambición humana es, como tantas otras cosas, buena en su justa medida. Es aconsejable, aunque no necesaria, para el crecimiento profesional y personal. Este deseo por alcanzar lo deseado te hace arriesgar y cometer errores, lo que conlleva un cierto proceso de aprendizaje. Esta es la ambición honesta y con mesura. El tipo de ambición que nada tiene que ver con la codicia.
En el otro lado, la ambición como deseo de poder o riquezas más allá de las consecuencias hacia terceros es la que enferma a las sociedades y favorece las desigualdades. Esta es, además, la más común de las ambiciones.

Asomándonos a la actualidad, la revolución popular en Egipto es el ejemplo más evidente de la lucha entre “jugaad” y ambición.

Hosni Mubarak detenta la presidencia del país desde hace 30 años y pretendía dar continuidad al régimen tras su muerte con su sucesión asegurada en su hijo Gamal. El miedo de la población egipcia a las represalias y su alianza con Estados Unidos e Israel eran sus escudos hasta ahora, y la excusa de evitar el islamismo radical su tapadera para la violación constante de los derechos y las libertades ante la “vista gorda” del gobierno estadounidense.

Pero desde hace más de una semana, la “jugaad” india ha encontrado su aplicación práctica en la lucha contra el autoritarismo y la ambición desmedida. Mujeres, adolescentes, trabajadores, estudiantes, niños... el ejemplo de Túnez ha calado en la población egipcia sin discriminaciones. Una población que ha sabido aprovechar los pocos recursos viables contra un régimen dictatorial y que ha entendido sus limitaciones como oportunidades, sacando el máximo rendimiento a través de la unión social.
Han sabido interpretar la unidad como el mejor recurso contra la opresión. Han aprovechado el clima creado por los tunecinos para lograr resultados positivos. Y han aprovechado Internet desde su faceta más revolucionaria y portentosa, actuando como catalizador del movimiento.

Este es sólo un ejemplo de cómo la “jugaad”, el aprovechamiento de recursos y circunstancias puede vencer al miedo y cambiar las cosas. En mayor o menor escala, la “jugaad” ha unido voces y las ha hecho fuertes. No sabemos con qué resultado ni con qué efectos. No sabemos si para bien o para mal. No sabemos en cuánto tiempo. Pero sí sabemos que la ambición tiene desde ahora un enemigo poderoso.

lunes, 24 de enero de 2011

La perversión de la Red


La censura, en todas sus escalas, es un ejercicio inherente al ser humano e imposible, por tanto, de erradicar.
En casos como en el del periodismo, y lamentablemente en muchos otros, el dinero va de la mano de las influencias. A mayor poder económico en un medio, mayor influencia. A mayor influencia, mayor control sobre los contenidos. A mayor control sobre los contenidos, mayor poder de censura. Así de simple es el funcionamiento de gran parte de nuestros supuestos informadores.

Una vez planteado el problema, el siguiente paso es encontrar el camino a la solución.

Internet.

Es, cuanto menos, paradójico que la que en principio es la plataforma de comunicación más democrática e igualitaria existente naciera en plena Guerra Fría y con fines meramente militares. El objetivo de esta red creada por los norteamericanos era que, ante un posible ataque ruso, se pudiera tener acceso a la información militar desde cualquier punto del país. De 4 ordenadores conectados se pasó a 40, y de ahí hasta hoy.

Y hoy, Internet se nos muestra como una plataforma de comunicación (que no medio) en la que el ciudadano encuentra su oportunidad para opinar, criticar, alabar, conocer... En definitiva, una plataforma que deja al lado cualquier tipo de discriminación y hace de la comunicación algo bidireccional y constructivo. Siempre y cuando se disponga de ordenador y conexión a Internet.

Pero en el momento en el que algo adquiere una dimensión global se ve inevitablemente afectado por los problemas globales.
En Internet también hay luchas de poder. También jerarquías. También censura. Y dinero en juego.
Mientras los usuarios de a pie intentamos hacernos oír a través de blogs o redes sociales, los magnates de la red juegan sus cartas y buscan utilizar esta democracia inicial para el beneficio personal, político o económico.

Uno de los agentes con más influencia en el negocio de Internet por su rápido crecimiento y expansión internacional es Google.
Este crecimiento ha traído consigo pingües beneficios, acompañados de las consecuentes polémicas.
La búsqueda de información en Internet pasa por el tamiz de lo que no deja de ser una empresa con sus propios intereses. El internauta que eche mano de este motor para encontrar lo que busca queda expuesto a la pugna entre actores como partidos políticos, empresarios o anunciantes.

Y de nuevo, el que sale ganando es el que tiene el dinero. Más allá de democracia y libertad de expresión.

El criterio económico es, por ejemplo, el que regula el posicionamiento en los resultados de las búsquedas. Los servicios SEO y SEM que ofrecen las empresas de marketing se basan en la aplicación de ciertas técnicas para conseguir un puesto preferente en los resultados de los buscadores. Y estas técnicas suelen basarse en la compra de estos puestos.
Esto condiciona también las noticias y opiniones que sobre esas empresas aparezcan en el buscador.

Aquí va un ejemplo sencillo. Imaginemos que “El Corte Inglés” compra la palabra “alimentación” para que, al teclearla en Google, aparezca su página web en el primer puesto. “El Corte Inglés” está dando un beneficio económico a Google. Por tanto, Google se las apañará para que, al buscar “El Corte Inglés”, ninguna de las primeras informaciones u opiniones que sobre la empresa aparezcan como resultado sean negativas. Porque, si así fuera, “El Corte Inglés” podría amenazar con retirar su compra de posiciones. Y Google perdería dinero.

¿No es esto, por tanto, otro tipo de censura?

La última noticia relacionada con este asunto la protagonizan el famoso buscador y la Agencia Española de Protección de Datos. La AEPD ha solicitado a Google que elimine enlaces relativos a 93 personas. Según la Agencia, “la ausencia del derecho al olvido puede entrañar perjuicios personales importantes”.
Como ejemplo, el caso de un ciudadano que, cumplida su pena por un delito menor, ha comprobado cómo la información sobre su caso sigue difundiéndose al estar en la hemeroteca de un medio indexado por Google.

El pasado 19 de enero, los casos de 5 de esas 93 personas fueron tratados en la Audiencia Nacional. En su defensa, el buscador alegó que eliminar los enlaces a ciertas páginas supondría atentar contra la libertad de información y expresión y supondría un “tipo de censura” y una “pérdida de objetividad”.

Es cierto que la responsabilidad de que ciertos contenidos permanezcan en la red recae en las páginas que los publican, no exclusivamente en los motores de búsqueda. También es cierto que no sólo en Google aparecen dichos enlaces, y que el buscador, al fin y al cabo, es un intermediario entre el que busca y lo que contienen los resultados obtenidos.

Pero el quién tenga o no razón no es lo que me preocupa. Lo realmente preocupante es que Google utilice el argumento de la censura y la “pérdida de objetividad”, cuando ha quedado demostrado que la red tiene matices y recovecos que la hacen un poco menos objetiva y un poco más censora.

¿No dejan Google y demás participantes en esta lucha de intereses la objetividad y libertad de información a un lado?
¿No son la compra de espacios publicitarios y la consiguiente influencia en los contenidos aspectos casi caracterizadores de los medios de comunicación y, por tanto, de ciertos contenidos de Internet?
¿No es en ocasiones Google un elemento más al servicio de la censura y la falta de objetividad?

Especialistas en el uso de las nuevas tecnologías de la información como Evgeny Morozov argumentan que el “bombo” sobre el enorme potencial de la red para promover sociedades abiertas y reducir el autoritarismo es iluso y pretencioso.

En cierta manera, y como reflejo de la vida real, Internet ha dejado de ser un instrumento democrático e igualitario para verse contaminado por las enfermedades de la sociedad que lo controla y ensuciado por las ambiciones humanas.


Aún así, la red sigue siendo una plataforma con un extraordinario y esperanzador potencial que, bien empleada, siempre servirá como campo de debate, opinión y enriquecimiento global.
Una plataforma libre que necesita ser utilizada y gestionada para la defensa del bien común y las libertades de información y expresión y plantar cara a los que las pervierten. 

martes, 18 de enero de 2011

Ocho dientes que dan para una humanidad.



“La humanidad nace en Israel”, “Un hallazgo sitúa la cuna de la humanidad en Israel”; éstos y otros parecidos han sido los titulares de los que se han servido diversos medios  para dar eco a un estudio publicado recientemente en el American Journal of Physical Anthropology.

Dicho estudio se basa en el descubrimiento, y posterior investigación, de 8 piezas dentales -que expertos españoles datan entre los 300.000 y 400.000 años de antigüedad- cuyo emplazamiento no es otro que la Cueva de Qesem, a apenas un kilómetro del muro que separa Palestina e Israel.

El propio autor del estudio, Israel Hershkovitz, aventuraba ya poco antes de la publicación del mismo que “ el 90% de la gente querrá sacarnos las tripas”. Y es que los resultados que defiende son, cuanto menos, controvertidos.

Así de primeras, sin anestesia, sitúan el nacimiento de la humanidad en Oriente Medio hace alrededor de unos 300.000 años.  Todo ello, frente a la teoría generalmente aceptada, por expertos y profanos, que establece el origen del ser humano en Tanzania y Etiopía, a grosso modo éste de África, cerca de 180.000 años atrás.

Que la investigación es rigurosa, es algo que tampoco se puede dudar; en 2008 Hershkovitz pone a disposición de Juan Luis Arsuaga, codirector de Atapuerca, los ocho dientes encontrados en 2002 por arqueólogos de la universidad de Tel Aviv. Fueron sometidos a examen y comparación con más de 50 restos de neardentales, sapiens y otros homínidos, incluidos los que habitaron la sierra de Atapuerca; y pasaron por la universidad de Burgos para que les fuera realizado un escáner.

Pero a poco que se profundice en los resultados mostrados en la publicación, es fácil ver que generan más dudas que certezas:
-       ¿Son suficientes las piezas dentales encontradas para sustentar toda esta teoría?
El estudio arroja que los dientes hallados presentan características prácticamente idénticas a las de nuestra especie, si bien, no son pocos los expertos que los consideran un material muy poco concluyente: “Está bien que se proponga que los sapiens se originaron fuera de África, pero es un poco atrevido hacerlo sólo con ocho dientes", advierte el investigador Eudald Carbonell, quien lleva décadas trabajando como codirector con Arsuaga en Atapuerca.
-       Aun perteneciendo efectivamente los restos a un hipotético “homo sapiens”, quedaría por probar que realmente exista vinculación con nuestra especie.
La corriente que enmarca el nacimiento del hombre en África cuenta con el apoyo de la Teoría de la “Eva Mitocondrial”, gracias a la cual se establece una vinculación genética entre los homínidos allí encontrados y el ser humano actual. De forma resumida, esta teoría se basa en el estudio del ADN de las mitocondrias, por permanecer éste intacto por numerosas generaciones, lo que permite afirmar la existencia de una línea de descendencia.
Mientras que este reciente estudio no acaba por probar si quiera, bien si nos encontramos ante una variante de neardental similar al sapiens, a un sapiens mucho más antiguo, o incluso a una nueva especie no conocida.
-       Se conocen 3 migraciones del “homo sapiens” desde África, ¿cómo concuerda esto con un origen en Israel?
Los investigadores propugnan por una primera movilización del hombre desde Israel a Etiopía hace 150.000 años, desde dónde se producirían el resto de migraciones. Ello choca con las teorías, hoy por hoy aceptadas, que defienden los desplazamientos migratorios como de “único sentido”.

Dejando a un lado el aceptamiento, escepticismo  o desacuerdo que genere este estudio; creo que lo verdaderamente interesante es la constatación de un interrogante claro: “¿Cuánto nos queda por saber?”. Y es que, al paso que van áreas como la paleontología, es de esperar que los próximos años nos deparen muchas sorpresas acerca de nuestro origen y posterior evolución.

viernes, 14 de enero de 2011

D.E.P.


A las 00:00 horas del pasado 28 de diciembre de 2010 la cadena de noticias CNN+ echaba el cierre obligado y daba paso a la emisión en pruebas del canal Gran Hermano 24 horas.

Tras su fusión con Cuatro, Telecinco ha obtenido la licencia de televisión en abierto de PRISA, que a su vez tenía la opción de alquilar un canal “con el fin exclusivo de desarrollar un canal de noticias” durante un máximo de 3 años, a lo que el grupo de medios de comunicación renunció.

Es esta renuncia y la falta de interés de Mediaset en crear un canal exclusivamente informativo lo que se ha llevado a CNN+ por delante.
Con la “falta de viabilidad económica”, según portavoces del grupo, como razón principal, CNN+ ha sido la víctima de un sistema empresarial que se aleja de la vocación periodística y hace oídos sordos de protestas por parte de trabajadores y público.
A 5.000 millones de € asciende la deuda del grupo PRISA, que ha acabado con 2 canales en 2 años: Localia primero, CNN+ después. Una supuesta mala gestión se ha llevado por delante un producto audiovisual de indiscutible calidad informativa. Un producto que hacía del periodismo lo que siempre fue y no debería dejar de ser: un oficio, un trabajo por y para la sociedad libre.

Pero la audiencia es la que llama al dinero. Y el dinero es el que manda.

El cierre de CNN+ va más allá de la desaparición de una cadena y, por supuesto, la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. El cierre de CNN+ trasciende a la sociedad española en su conjunto, que pierde un instrumento de información vital en un tiempo en que los valores del buen periodismo escasean.

Y por si la pérdida era poca, Paolo Vasile se saca a Gran Hermano de la manga y ocupa el vacío que dejan Gabilondo, Calleja o San José con “edredoning”. La telerealidad sustituye a la realidad. Se premia con más horas en antena a modelos de conducta y programas que favorecen la creación de telespectadores pasivos que “engullen” imágenes.

“Share” y número de espectadores son tomados como criterios absolutos a la hora de guillotinar o no un producto audiovisual mientras derecho de información, objetividad o calidad informativa pasan a ser criterios de segunda.

Hacer buen periodismo parece un lujo que conlleva estar relegado a audiencias mínimas y pérdidas económicas. La investigación está poco valorada, y a los que la hacen se les persigue. El beneficio económico y personal se antepone una vez más al beneficio social.
El espectador con ganas de saber, capaz de valorar el periodismo de calidad cuenta desde el 28 de diciembre con una razón más para renegar de la televisión española.