viernes, 8 de abril de 2011

LA HUMANIDAD COTIZA A LA BAJA



Es sorprendente cómo el primer mundo parece inmune contra lo que ocurre a su alrededor. Comentaba Iñaki Gabilondo -con total acierto- en una entrevista, que somos una suerte de sociedad “narcotizada”. Y es que, por exagerado que pueda resultar afirmar algo así, basta con hacer un pequeño examen de nuestras reacciones ante lo que sucede en el mundo para percatarnos de que el insigne periodista no anda muy desencaminado.
Incluso las imágenes más duras ofrecidas por los informativos pasan por nuestras retinas consiguiendo, apenas, una leve torsión en nuestro gesto, consecuencia de algún sentimiento de compasión, incertidumbre, rechazo… pero nunca trascendiendo más allá, nunca dando lugar a la reflexión necesaria para asumir que desde la comodidad de nuestros hogares, prácticamente, concedemos impunidad a la barbarie.

Ahora bien, no sólo es preocupante la escasa mella que sobre nuestra rutina diaria hacen las noticias que nos llegan desde diferentes puntos del planeta, es también esclarecedor lo poco críticos que somos con la información que recibimos. Simplemente nos limitamos a procesarla, dando por hecho que lo que nos cuentan es así, y que es todo lo que nos han de contar.
Claro ejemplo de esto es la turbulenta situación que vive actualmente África y las verdades parciales de las que somos destinatarios en lo que a ella concierne.

Libia: Nos parecía increíble que Occidente permaneciera impasible ante lo que acontecía en Libia, con un Gadafi desatado atacando a su propio pueblo, entonces ¿por qué pasamos por alto hechos parecidos que suceden en Bahrein y Arabia Saudí?. ¿No son la situación estratégica del país para el control del Mar Rojo, y sus yacimientos petrolíferos, tal vez, razones de más peso para que intervengan nuestros gobiernos?. Consideramos que los opositores al gobierno de Gadafi son entusiastas demócratas que aspiran únicamente a devolver la libertad al pueblo libio, cuando deberíamos saber que una gran proporción de ellos no son más que la oligarquía rival a la de Gadafi, y cuya mera intención es hacerse con el poder.

Costa de Marfil: Nos contentamos con saber que el presidente saliente Gbagbo cada vez cuenta con una menor zona de influencia, en parte, gracias a la acción de las fuerzas armadas francesas. En cambio, ¿sabemos el origen de la intervención? Un puñado de nacionales franceses, depositarios de grandes inversiones en el país africano cuyas ganancias revierten en Francia, a los que se impide la salida de Costa de Marfil lleva a Sarkozy a ordenar la toma del aeropuerto de Abiyán.
Posteriormente, se crea una base militar encargada de proteger a, única y exclusivamente, los ciudadanos extranjeros que no han podido salir aún del país; mientras tanto, cerca de 100.000 refugiados –a tenor de los informes presentados por OXFAM- se hallan próximos a la frontera con Liberia, huelga decir que a su suerte.
Para redondear, la ONU solicitó la, irrisoria, cifra de 146 millones de dólares para hacer frente a la calamitosa situación humanitaria que atraviesa la población de Costa de Marfil; recabando - apenas- de los países “civilizados” la cuarta parte de lo pedido. ¿A cuanto ascendió el fichaje de Cristiano Ronaldo?

Pero hay algo peor aun que estas verdades parciales: la información que no tiene espacio en los medios de comunicación, que no es poca. ¿O es que acaso sabemos mucho acerca de la epidemia de sarampión que asola la República Democrática del Congo? Un país en el que 51 millones de personas no tienen acceso a agua potable. De las denuncias de Médicos Sin Fronteras casi nadie se hace eco  y, por el momento, la demanda logística y financiera requerida para afrontar la enfermedad no puede ser asumida por dicha organización humanitaria, que, por otra parte, recibe escasa respuesta por parte de quienes más debieran darla: UNICEF y/o la OMS.
Podríamos hablar también de las revueltas militares en Burkina Faso, o la persistente represión que se da en Ruanda; pero ¿qué serían? Cifras de muertos y desaparecidos que rebotarían sin más en nuestra ya curtida indeferencia.

Datos, datos sin nombre ni apellidos, dramas humanos que ni tan siquiera podemos imaginar, mucho menos intentar comprender. A lo sumo responden nuestros mercados financieros, que nunca fallan; el lunes siguiente al desastre nipón las bolsas de valores respondían con estrepitosas caídas mientras los inversores hacían todo lo posible por alejar su dinero de la catástrofe. Movimiento lógico, por supuesto, pero también escalofriante; sufrimiento que implica la devaluación del Yen, dolor que se traduce en pérdidas financieras… la humanidad, definitivamente, cotiza a la baja.


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