domingo, 22 de mayo de 2011

Sin castigo para la corrupción.

Creo firmemente que el movimiento originado el 15-M, al contrario que lo manifestado desde numerosos medios, no tenía por objeto “manipular” y/o “condicionar” el resultado de las elecciones de este domingo. Cuestión distinta es que la semana previa a las votaciones resulte un escaparate de mayor difusión que cualquier otra semana del año.

Aun así, también creo innegable cierta relación entre ambos eventos, habida cuenta de una de las proclamas clave de las movilizaciones: el NO a la corrupción. Es a este respecto que considero se puede hablar de fracaso por parte de quienes han abanderado la lucha por una “Ley de Responsabilidad Política”. Y es que es tarea de titanes concienciar, en apenas una semana, a un país que cuenta en su haber con una economía sumergida cercana al 20% del PIB, o un nivel de fraude fiscal superior a la media europea.

De ahí que no parezca tan raro que el castigo, en número de votos, a la corrupción apenas sea perceptible, lo cual deja una premisa clara y contundente : un gran porcentaje de la población española considera que acciones tales como el “cohecho”, “malversación de fondos” o  el “tráfico de influencias” –por citar algunos ejemplos de delitos que se imputan a no pocos de nuestros representantes políticos- son males menores en comparación a verse en la tesitura de dar a su voto algún otro destino distinto.


En definitiva, queda un arduo camino para quienes desean un modelo de democracia más responsable, para quienes las elecciones no han de ser únicamente cosa de dos, para quienes está en juego algo más que una victoria electoral; para quienes saben que detrás de millones de papeletas está en juego la gestión de los recursos de todos. 

Queda mucho por hacer.

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