viernes, 14 de enero de 2011

D.E.P.


A las 00:00 horas del pasado 28 de diciembre de 2010 la cadena de noticias CNN+ echaba el cierre obligado y daba paso a la emisión en pruebas del canal Gran Hermano 24 horas.

Tras su fusión con Cuatro, Telecinco ha obtenido la licencia de televisión en abierto de PRISA, que a su vez tenía la opción de alquilar un canal “con el fin exclusivo de desarrollar un canal de noticias” durante un máximo de 3 años, a lo que el grupo de medios de comunicación renunció.

Es esta renuncia y la falta de interés de Mediaset en crear un canal exclusivamente informativo lo que se ha llevado a CNN+ por delante.
Con la “falta de viabilidad económica”, según portavoces del grupo, como razón principal, CNN+ ha sido la víctima de un sistema empresarial que se aleja de la vocación periodística y hace oídos sordos de protestas por parte de trabajadores y público.
A 5.000 millones de € asciende la deuda del grupo PRISA, que ha acabado con 2 canales en 2 años: Localia primero, CNN+ después. Una supuesta mala gestión se ha llevado por delante un producto audiovisual de indiscutible calidad informativa. Un producto que hacía del periodismo lo que siempre fue y no debería dejar de ser: un oficio, un trabajo por y para la sociedad libre.

Pero la audiencia es la que llama al dinero. Y el dinero es el que manda.

El cierre de CNN+ va más allá de la desaparición de una cadena y, por supuesto, la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. El cierre de CNN+ trasciende a la sociedad española en su conjunto, que pierde un instrumento de información vital en un tiempo en que los valores del buen periodismo escasean.

Y por si la pérdida era poca, Paolo Vasile se saca a Gran Hermano de la manga y ocupa el vacío que dejan Gabilondo, Calleja o San José con “edredoning”. La telerealidad sustituye a la realidad. Se premia con más horas en antena a modelos de conducta y programas que favorecen la creación de telespectadores pasivos que “engullen” imágenes.

“Share” y número de espectadores son tomados como criterios absolutos a la hora de guillotinar o no un producto audiovisual mientras derecho de información, objetividad o calidad informativa pasan a ser criterios de segunda.

Hacer buen periodismo parece un lujo que conlleva estar relegado a audiencias mínimas y pérdidas económicas. La investigación está poco valorada, y a los que la hacen se les persigue. El beneficio económico y personal se antepone una vez más al beneficio social.
El espectador con ganas de saber, capaz de valorar el periodismo de calidad cuenta desde el 28 de diciembre con una razón más para renegar de la televisión española. 

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